Capítulo tres (Primera parte)

23 diciembre 2011

Los rayos del sol comenzaban a salir al mismo tiempo en que el despertador producía aquella desagradable melodía que nos hizo abrir los ojos. Yo me levanté lentamente y fui directa a por una ropa decente para poder darme una ducha.
Mientras, Delia se sentaba en su cama y me escrutaba con la mirada, observando cada paso que daba. Me incomodaba que hiciera eso. Iba a decírselo cuando habló.
- ¿Cómo te encuentras?
- Pues... bien supongo.
- Hablo de tus heridas.
- Ah ya, claro. Pues aún me duele un poco la espalda pero estoy mejor. Gracias por preguntar.
- No las des -sonrió.
La verdad era que sus repentinos cambios de humor me trastocaban, pero ya que estaba tranquila, no iba a desperdiciarlo.
Salí de la habitación y me fui corriendo a la ducha antes de que se convirtiera en un hervidero de chicas apuradas por refrescarse un poco. Varios minutos después, yo salía contenta de allí mientras se iban produciendo las primeras peleas cotidianas de cada mañana.
Bajé al comedor y busqué a Darío con la mirada. Estaba hablando con dos se sus amigos. Iba a acercarme cuando un grito interrumpió mis intenciones, al igual que las de los demás.
- Eh chicos, ¡venid a ver esto! -gritó un chico desde el ventanal.
Todos apuramos el paso. La curiosidad nos mataba. Enseguida se formó un coro alrededor de las ventanas, y uno por uno, las sonrisas se adueñaron de cada rostro juvenil.
- Dios mío... ¡está nevando! -grité emocionada.
- ¡Vamos fuera!
Ni cinco segundos tardamos en echar a correr hacia la puerta. Pero el sueño se desvaneció cuando doña Victoria irrumpió con su presencia.
- Nadie saldrá fuera -dijo con aquella voz autoritaria.
- Pero está nevando... -susurró una niña.
- Me trae sin cuidado -gritó. - Todo el mundo al comedor, ¡ya!
Uno por uno se fueron alejando. Pero ver la desilusión de la pequeña me hirvió la sangre y me quedé allí quieta, mirándola desafiante. Una parte de mí me animaba a seguir adelante. La otra me gritaba que fuera más sensata e hiciera como todos los demás. Pero yo no quería hacerlo. Empezaba a hartarme de tanta injusticia.
- ¿Algo que objetar Valery?
- Me parece injusto que no nos permita salir. Y ya no hablo por mí, sino por esos niños. No les quite su infancia.
- Te equivocas -dijo acercándose amenazante. - Yo dirijo su infancia para que sena personas de provecho y no personajes rebeldes y maleducados.
- Puede calificarme como desee, pero me siento orgullosa de ser tan sincera -le contesté.
- Tenía la esperanza de que hubieras aprendido la lección.
Acto seguido, me cogió bruscamente del brazo y tiró de mí. Sabía que me lo había buscado sola. Sin embargo, no me arrepentía.

PD: ¡¡OS DESEO UNA MUY FELIZ NAVIDAD A TODOS Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO!! !!MUCHOS BESOS!! ¡¡OS QUIERO!!



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Capítulo dos (Segunda parte)

08 diciembre 2011

Nos adentramos en el orfanato a través de la ventana del vestíbulo principal y allí nos separamos. Yo corría de la forma más silenciosa posible , y tan rápido como si algo me persiguiera. Llegué a la puerta del baño justo antes de que doña Victoria saliera de una de las habitaciones: la mía.
- ¿Se puede saber qué hacías? -me preguntó.
- Estaba en el baño, no me encontraba muy bien.
- Espero que esta sea la última vez que te vea por los pasillos a estas horas de la noche. Al no ser que quieras repetir lo de esta tarde.
- No señora. Buenas noches -dije muy escueta antes de pasar por su lado en dirección a mi habitación.
- Valery.
- Dígame.
- Recuerda que gracias a mí tienes un lugar donde vivir y no estás tan sola. Así que aprende a comportarte, porque dudo que tus padres se sintieran orgullosos de ti ahora.
- Buenas noches doña Victoria -dije llena de ira antes de entrar y cerrar de un portazo.
Sabía que lo hacía para incordiarme, sobretodo aquel día en especial. Si ella supiera lo agradecida que estaba sería capaz de echarme a patadas de aquel lugar.
Seguramente mi vida sería más reconfortante viviendo debajo de un puente antes que tener comida y techo pero soportar castigos y palizas como los que recibía sin ton ni son.
Sin desprenderme de mi ropa, me tumbé boca abajo en mi cama y cerré los ojos. Sólo cuando el silencio era el rey de la noche, encendí la luz de la mesilla.
- Valery, ¿dónde estabas? -me preguntó Delia enfadada.
- Ya lo sabías, te invité a venir conmigo -sonreí.
- Y menos mal que no te hice caso. Si doña Victoria se ha puesto así al no encontrarte, ¡imagínate si yo también me hubiera ausentado!
- Habría colado más mi excusa -me quejé.
- Lo siento por ti, pero yo me niego rotundamente a pasarlo mal.
- Doña Victoria no nos pillará -dije incorporándome.
- ¿Estás segura? Yo que tú tendría más cuidado porque llegará el día en que te pille y lo lamentarás.
- De todas formas poco me importa ya Delia. Me falta muy poco para marcharme y no dudaré en hacerlo desde que pueda.
- No Valery, así no son las cosas. Por si no lo sabes, doña Victoria tiene mucho poder, y el hecho de que sea tu tutora influye en todo lo que tenga que ver contigo. Si se le antoja, puede hacer que te esté prohibido salir de aquí durante unos años más.
- No puedes hablar enserio -susurré.
- Ojalá me equivocara Valery. Por eso te pido que recapacites, lo digo por tu bien. Si te toca aguantar otro año más no sería bueno que la tuvieras tanto en tu contra.
- La tengo en mi contra desde que crucé la verja del orfanato por primera vez -dije con cierto tono de asco.
- Entonces no lo empeores. Buenas noches Valery.
- Buenas noches Delia.

Apagué la luz y volví a tumbarme en la cama. El brillo de la luna atravesaba la ventana y me alumbraba con dulzura. Después de toda la excitación vivida durante aquel día no me costaría dormir, por lo que cerré los ojos y le permití a Morfeo que me secuestrara.



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Capítulo dos (Primera parte)

27 noviembre 2011

Mis ojos se iluminaron al ver aquella hermosa lluvia de estrellas, la cual, se repetía cada trece de diciembre y contemplaba desde ocho años atrás, cuando llegué al orfanato.
Yo estaba a punto de cumplir diez años cuando me encontraba en la montaña con mis padres. Nos habíamos ido de excursión para pasar un día en familia, pero se convertiría en la peor de nuestras pesadillas. Recordaba cómo mi padre se puso tenso de repente y, al mirar a mi madre, comenzaron a acelerar el paso. Incluso me tomaron en brazos para no retrasarse.
Un estallido resonó entre los árboles y mi madre me apretó contra su pecho. Yo no entendía nada, pero me entró el pánico cuando vi acercarse a varios hombres armados. Fue todo muy rápido, incluso lo recordaba como un flash. Mi madre me puso en el suelo y me rogaron que echara a correr sin mirar atrás. Las lágrimas comenzaron a desbordarse por mis mejillas mientras huía por las lindes del bosque y dejaba atrás a las dos personas que más amaba.
Iba tan deprisa que me precipité contra el suelo al chocar con alguien. Alcé los ojos temerosa y me encontré con un amigo de mis padres. “Te pondremos a salvo Valery”-me susurró, y nos montamos en un coche del que no salí hasta llegar al orfanato tras un día y medio de viaje.
El trece de diciembre fue el día que me separé de mis padres y no volví a saber nada de ellos. Doña Victoria se convirtió en mi tutora y, tras cumplir los diez años, me dieron la noticia de que mis padres había muerto aquel día.
Por eso miraba las estrellas que aquel momento, porque algo dentro de mí me decía que aquella lluvia celeste eran los brazos de mis padres que me envolvía toda la noche para decirme que jamás se irían de mi lado.
Me eché a llorar casi sin pensarlo y Darío me abrazó. Sólo él sabía lo culpable que me sentía por haberlos abandonado aquel día en vez de quedarme con ellos.
- No llores Valery, sabes que no eres culpable -susurró.
- Los echo de menos Darío -sollocé. - Han pasado ocho años y aún lo revivo como si hubiera sucedido ayer.
- No los podrás olvidar, es imposible olvidar a las personas importantes de tu vida. Y aunque se alejen será como si no se hubiera marchado.
- Por eso me gusta observar las estrellas. Para mí ellos están ahí y no me abandonan nunca.
- Lo sé Valery, yo también lo creo.
Le sacudí su pelo castaño antes de que ambos nos riéramos y contempláramos el rastro brillante que la lluvia de estrellas había dejado antes de desaparecer.

La tranquilidad de estableció entre nosotros hasta que escuchamos un ruido estrepitoso seguido de un portazo. Esa era la señal. Doña Victoria estaba deambulando por los pasillos, así que no nos quedó más remedio que ponernos en pie y echar a correr.



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Capítulo uno (Segunda parte)

20 noviembre 2011

Me levanté tambaleándome y me apoyé en la pared. Con dificultad me puse la camiseta y alcancé la puerta. Fuera me esperaba Delia.
- Vi a doña Victoria salir y como no te encontraba supuse que estarías aquí -susurró.
- Ya ves, los retrasos son imperdonables -dije con ironía.
- Vamos anda, necesitas una buena cura.
Me agarró por la cintura y subimos la escalinata de piedra. Recorrimos el pasillo de la zona oeste hasta llegar a nuestra habitación. Una vez allí, me deshice de la camiseta y el sujetador y me tumbé boca abajo.
Gemía de dolor cada vez que Delia me tocaba las heridas pero tenía que aguantarme si me interesaba recuperarme. Aquella noche era una de las más importantes, y pensaba subir a ver las estrellas pasara lo que pasase. Todo en mi vida tenía un motivo, y aquello más.
- Oye Delia, ¿vendrías conmigo a ver las estrellas luego?
- Valery, debes estar de broma. Después de lo que acaba de suceder, enserio piensas en algo así?
- Claro que lo pienso -dije mientras comenzaba a ruborizarme.
- Tú y tu afán por esas cosas tan insignificantes. ¿De verdad te importa tanto?
- Me reconforta, sólo eso.
- Lo que a mí me reconforta es ver a doña Victoria bien lejos, y tú sólo haces que nos ande detrás.
La falta de sensibilidad de mi amiga en momentos como aquel sólo lograba entristecer mi alma y aflorar oscuros recuerdos. Mi alma se llenaba de un gran vacío del que me costaba varios días salir. Pero no podía echarle nada en cara. Sólo había una única persona que sabía la verdad.
- Siento ser un incordio Delia.
Suspiré llena de amargura y me vestí. Al asomarme a la ventana, noté cómo el frío de la noche me envolvía. Regresé a por una sudadera y me la puse antes de encaramarme al árbol que había junto a mi ventana y trepar con cuidado hasta el tejado.
La humedad de la zona pronto quiso adueñarse de mi cuerpo, por lo que abracé mis rodillas para entrar en calor.
Faltaba una semana y media para Navidad, y ya el invierno estaba metido de lleno en la ciudad. Además, se notaba en el cielo: nunca brillaba tanto como esa noche.
Vi a lo lejos una sombra y me reí. Jamás olvidaba aquel día tan importante para mí y eso me hacía sentir especial. Al llegar a mi altura, sus ojos color miel me miraron intensamente y se cruzó de brazos.
- Llegas tarde.
- Tengo excusa -sonreí.
- Más te vale que sea buena.
- Oh sí, lo es. Lástima que haga frío, porque te enseñaría las pruebas.
- Valery...
Darío me miró y sus ojos perdieron su brillo. Era mi mejor amigo allí, el único al que le contaría mis más remotos secretos. Por eso adivinó lo que había ocurrido con la bruja, y se sentó corriendo a mi lado.
- ¿Cómo estás?
- Saber que hoy era el día me reconfortaba. Gracias por venir Darío.
- Calla Valery, mira al cielo.

Y en aquel momento, se produjo ante mis ojos la imagen más maravillosa y reconfortante de mi vida, la imagen que más me llenaba por dentro y sacaba lo mejor de mí.



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"Capítulo uno (Primera Parte)"

13 noviembre 2011

  Ya no se veía el sol. Las primeras estrellas comenzaban a salir en aquel cielo negro que pronto empezaría a brillar. Tocaba noche de estrellas fugaces.
  Toqué en la puerta con una dulce sonrisa, pero se me borró en cuanto doña Victoria apareció en el portón. Llevaba el bastón en la mano, lo que significaba mala señal. Y su expresión lo dejaba aún más claro. 
- Había ido a dar una vuelta. Los viernes está permitido salir -sonreí.
- Son las diez de la noche. Sabes de sobra que el toque de queda es a las nueve y media. 
- Lo sé pero me retrasé sin darme cuenta y...
- ¡No me vale ninguna excusa! -gritó mientras me apretaba el brazo con fuerza. - Ya sabes a dónde tienes que ir.
  Me adentré en aquel lúgubre orfanato con el rostro decaído mientras me preparaba para volver a ser castigada. 
  Nunca me había considerado rebelde, incluso era una de las más tranquilas allí, pero era mi curiosidad la que hacía que fuera la más castigada. No tenía la culpa de ser una romántica y querer salir a descubrir. Para mí, todo lo que había tras esas tristes paredes de piedra en las que vivía tenía mucho valor. Y más desde que mi vida se convirtió en una monotonía al llegar allí.
  Llegué ante la puerta negra y volvieron a mí los fuertes sonidos de aquel estruendo, el crepitar de aquella tira de cuero sobre nuestras espaldas. Para todos los que nos encontrábamos en aquel orfanato, aquella era la habitación de la tortura, donde doña Victoria desahogaba su amargura con castigos basados en la vieja usanza.
  No me quedaba otro remedio, así que entré. Me desprendí de mi camiseta y me volví hacia la pared, apretando con ira las argollas de hierro que nos servían de apoyo en aquellos momentos.
- Vaya, veo que te sabes muy bien el proceso -dijo con rabia. 
- No es culpa mía que me castiguen por salir a ver las estrellas.
- Lo que aún no has aprendido es que no debes contestar. Sólo por eso, hoy recibirás el doble.
  Cogió el látigo que colgaba de la puerta y cerré los ojos para que el sonido y la intensidad de los diez latigazos no me resultaran tan dolorosos.
  Resonaron en toda la habitación debido a la fuerza que dona Victoria empleaba en golpearme. En aquellos momentos nada podía disminuir el dolor. Sólo pude sentir un soplo de aire fresco cuando escuché los pasos de doña Victoria hacia la puerta. Yo suspiré y me dejé caer de rodillas al suelo. Tenía la frente perlada de sudor y el cuerpo me temblaba con brutalidad.
- Espero que hayas aprendido la lección.
- Sí señora.
  Se marchó de la habitación y yo me quedé sola, a punto de desplomarme sobre el suelo y perder la conciencia.



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"Prólogo"

06 noviembre 2011

La oscuridad de la noche me invadía a medida que avanzaba por las lindes del bosque. La luna llena brillaba en lo alto del cielo, haciendo que aquello resultara aún más tenebroso. Tenía miedo, mucho miedo. Y el hecho de escuchar el crujir de las hojas secas unos metros por detrás de mí me hacía sentirlo aún más. No estaba sola, de eso era consciente, pero sabía que si echaba a correr, tenía menos posibilidades de escapar.
   Un sudor frío recorría mi espalda y las manos me temblaban de forma absurda. La conciencia empezaba a adueñarse de mis movimientos y me sentía torpe.
   Cogí mi espejo y lo situé frente a mi cara. A muy pocos metros se encontraba un hombre alto y robusto, al cual, ya había visto otras veces. Era alguien peligroso. Y estaba muy cerca. Por eso no me quedó otro remedio sino llenarme de fuerza interior y echar a correr. Alcancé enseguida una maleza frondosa y no dudé en ocultarme.
   El corazón me latía apresuradamente. No sabía cómo escapar. Pero, al girar la cabeza, todo cambió. Allí estaba él, con aquella sarcástica sonrisa y una pistola en la mano...


A veces, un simple error puede hacer que tu vida se convierta en una oscura pesadilla de la que no puedes escapar. O tal vez sí...



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"Lo que te hace feliz"

21 octubre 2011

  Respiras profundamente y cierras los ojos. El aire fresco te da de lleno en la cara y una sonrisa se dibuja en tu rostro. Estás feliz. Hoy te sientes bien. Sales a la calle y el día está radiante. Los intensos rayos de sol nunca han brillado tanto y da la sensación de que van alumbrando tu camino. Te dan ganas de reír y de gritar, de hablar de eso tan maravilloso que te ha convertido en la persona más dichosa del mundo. Pero, lo más importante de todo... es que una pequeña luz se ha encendido para siempre en el universo gracias a ese pequeño detalle que te ha hecho tan feliz. ¿Sabes de lo que hablo no? ¡Claro que sí! Ha sido ese dulce beso... o ese cálido abrazo... o ese poema dedicado sólo para ti... o ese bonito halago... o esa ilusión... o ese sueño... o esa sonrisa creada por ti. ¿Acaso quieres, necesitas más? Yo creo que no. Y por si lo dudabas, ese vuelco al corazón tan satisfactorio que te regala un detalle no tiene ninguna comparación posible.





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"Por ti... Y por tantos otros que estáis lejos"

02 octubre 2011

  A veces es tan difícil explicar un sentimiento... y más éste, que surgió de la nada y sin esperarlo si quiera. El cariño, ese que yo te tengo, que surgió de la mezcla de palabras e ideas, de las sonrisas y los lindos momentos, las bromas, las dulces despedidas, los "te quiero"... todo ello a través de la distancia, unida por el corazón. Cuando sonríes, cuando me animas, cuando sonrío, cuando te cuento algo... son en esos momentos en los que siento y sé que estás aquí de verdad. Aunque nos separen millas y millas, nuestras almas están unidas de esta forma tan especial. Y es ahí cuando creamos promesas e ilusiones, un futuro en el que existirá el cara a cara y el cariño será aún mayor, una amistad nacida de la experiencia inolvidable y de la confianza nacida a través de una simple coincidencia.  





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¿Te quiero?

25 septiembre 2011

Dos palabras tan simples... y a la vez tan complicadas. Dos palabras que lo dicen todo... y a la vez no dicen nada. ¿Qué expresan realmente? ¿Un sentimiento? ¿Un estado de ánimo? ¿Una ilusión? No tiene definición posible, porque esas dos palabras van ligadas al amor, y nadie sabe por qué todo se vuelve indescriptible cuando se ama, cuando sientes algo infinito y aparece la necesidad de decir “Te quiero”.
Sé que cuesta demasiado entender por qué esos dos segundos en los que tarda en salir esa frase por tus labios, enviadas desde el corazón, pueden cambiar tu vida por completo. ¿De verdad es posible? ¿Qué tienen? ¿Qué esconden? ¿Por qué pueden hacer feliz a la persona más pequeñita del mundo, o incluso a la más grande?
Sólo puedo afirmar que son palabras plenas, palabras que expresan un significado tan puro y hermoso que te llevan a la felicidad absoluta y celestial. Pueden dibujar sonrisas, alterar corazones, acelerar respiraciones, encender la pasión, hacer arder la locura...
Simple y sencillamente, un “Te quiero”, cuando viene desde el alma, puede mover el mundo con un mínimo suspiro, y hacer que la vida sea enteramente perfecta. ¿Necesitas más explicación?



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"Con una sonrisa"

15 septiembre 2011

Jamás se me había ocurrido que podría llegar a convertirme en alguien así, jamás. En alguien que, a pesar del dolor y del sufrimiento, de caerse una y otra vez en el camino, decidiera ponerse en pie de nuevo, sin importar si le volvería a ocurrir a los pocos segundos, de nuevo. Jamás creí que podría aprender a creer en mí misma, a valorar lo que tengo y lo que soy, a sentirme conforme conmigo misma. No me veía capaz de ser positiva, de pensar que todo sucede por algo y que, a veces, es preferible pasar cinco minutos desesperantes para luego disfrutar mejor de los buenos momentos. Jamás me di cuenta de lo que me estaba perdiendo por emperrarme en dejarme arrastrar hasta el fondo y no luchar para seguir adelante.
Pero ahora todo ha cambiado, y sé que intentaré seguir cada día, asegurando mis pasos con una sonrisa y pensado que nada tiene por qué salir mal. Ahora, todas mis mañanas llegan cargadas de energía, de una felicidad que sería difícil de explicar, y todo porque he aprendido a ver el mundo con otros ojos, los ojos de alguien que sabe que los sueños son posibles mientras se luche cada día un poco más.
Lo único que me apena de todo esto... es que tú quieras quedarte en el primer párrafo, viendo lo que podría llegar a ser tu vida. Ese es mi único temor, que creas que malgasto el tiempo diciendo estas cosas porque jamás podrá llegar a ocurrir. Y ni te imaginas cuánto te equivocas.

Te propongo un reto, hoy, o mañana, cuando abras los ojos y mires a tu alrededor, sonríe. Y antes de levantarte, da gracias por poder disfrutar de una vida tan maravillosa y dile a tu alma que hoy será un día diferente y nada podrá hacer que dejes de ser feliz. Te sentirás tan increíble que te darás cuenta de que lo que digo es cierto. Y luego volverás aquí para decirme... se es más feliz con una bonita sonrisa.




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Días en los que no puedo vivir

06 septiembre 2011

Hay veces que desearía no haber despertado con tal de no tener que vivir días así. Son días oscuros, no tienen ni un poco de color, días en los que nada me importa... pero a la vez me importa todo. Días en los que sólo me gustaría estar sola y olvidar lo que me hace daño.
¿Por qué no iba a ser sincera y expresar lo que siento? No tengo nada que ocultar, nada que esconder, y sé que puedo contar lo que pienso porque todos y cada uno de vosotros sentís lo mismo de vez en cuando.
Me cansa estar aquí, me cansa, sobretodo cuando escucho los gritos encerrada en mi habitación, cuando escucho cómo se pelean y yo no puedo hacer nada para evitarlo. Es como si no existiera, como si no perteneciera a esa familia que grita y discute detrás de mi puerta, obviando el hecho de que yo estás ahí y sé perfectamente lo que pasa.
Cuando los gritos cesan, salgo temerosa de ver cualquier mala situación. Pero solo descubro que mi padre está metido en la cocina haciendo nada en particular, mi madre se ha ido a la cama para que nadie la moleste, y mi hermano se ha encerrado en su cuarto para engancharse a Internet de nuevo. No sé qué hacer ni cómo reaccionar, pero ese vacío y la necesidad de no sentirme tan sola me obligan a acercarme a alguien.
Y nada funciona, mi hermano me echa del cuarto porque dice que quiere estar solo y que no incomode su intimidad, mi madre me pega cuatro gritos porque dice que no entiendo nada, y que la deje en paz, y mi padre empieza a gritar y a quejarse, de manera que vuelvo a mi habitación y cierro la puerta. Me tumbo en la cama y cierro los ojos, dejando que las lágrimas resbalen por mis mejillas sin más.
Suena un pensamiento cruel, puede, pero es lo que siento y la pura realidad. Y es obvio que si ellos lo leyeran ahora mismo, la culpable y la que saca las cosas de quicio soy yo. Pero bueno, ya nada me importa, sólo quiero olvidar y relajarme, para poder afrontarlo mejor cuando se repita al día siguiente, otra vez.

Hoy sólo necesito que me hagan sonreír.



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"Cuando el sol sale"

27 agosto 2011

Cuando el sol sale, un nuevo día comienza
la flor marchita no crece, se seca
pierde vida con cada segundo, minuto, hora...
Pierde vida con cada aliento que regala
al mundo nuevo.
Cuando el sol sale, un nuevo día comienza
el pájaro herido brama, grita, llora
pierde vida con cada hora, día, semana...
Pierde vida con cada suspiro que regala
a quien le rodea.
Cuando el sol sale, un nuevo día comienza
el hombre es enjaulado en su propia vida
pierde vida con cada semana, mes, año...
Pierde vida con cada sueño roto
por aquello que le sobrepasa.
Cuando el sol sale, un nuevo día comienza
toda la existencia va perdiendo color
el sufrimiento acaba con ella, la despide.
La crueldad la acerca al abismo
del que solo escapan los fuertes.




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Simplemente ella (Parte III)

20 agosto 2011

  Tras oír sus palabras, Paloma volvió a abrazarlo enternecida porque sabía que tenía razón. Es más, estaba convencida de que todas esas lágrimas derramadas por lo material que no podía poseer se hacían insignificantes si se comparaban con la ilusión y la alegría que la hacían salir adelante con tanto éxito y plenitud.
  Paloma e Ismael pasaron la noche allí, tumbados sobre la arena mientras contemplaban las estrellas y enumeraban en cada una un sueño para ella. Era muchos, y difíciles de conseguir, pero muy hermosos y no imposibles.
  A la mañana siguiente, cuando llegó a su casa, su madre ya se había ido a trabajar. Aprovechando la tranquilidad, se encerró en su cuarto y plasmó en un papel todo aquel dolor y sufrimiento que le causaba no poder aspirar a lo que tenía el resto. Se rió mientras recordaba sus quejas, cuando comentaban que estaban en crisis y que no había dinero.
- Lo que es la ignorancia -murmuró.
Tras concluir sus pensamientos, metió las hojas en un sobre y escribió sobre él: “No lo necesito para ser feliz. Ya lo soy”. Acto seguido, lo cerró y lo metió en el fondo de un enorme cajón. Paloma, con una gran sonrisa, salió del cuarto y comenzó con las tareas del hogar para volver a sorprender a su madre.
  Dos años después, Paloma entró en la universidad a cumplir uno de sus sueños: estudiar medicina. Aprobó la PAU con sobresaliente, lo que le permitió estudiar con todos los gastos pagados durante los primeros años. Dejó sus miedos a un lado y se sintió orgullosa de tener la vida que llevaba. Además, siempre contó con el apoyo de Ismael, lo que hizo que su amistad quedara a un lado Para convertirse en un sentimiento mucho más profundo para los dos.
  Paloma sufrió mucho tiempo pero consiguió aprender los verdaderos valores de la vida. Además del respeto y esas cosas por el estilo, el esfuerzo y la lucha diaria eran algunos de ellos, y los más importantes para ella.
  Si no hay una meta que seguir, un sueño que perseguir, o una ambición por la que luchar, nuestra vida pierde color y la vemos como una más que es llevada a acabo porque sí, sin motivo alguno. ¿Por qué ser del montón cuando puedes ser diferente? Porque, cuando uno tiene algo por lo que esforzarse, hace que valga la pena vivir, y el saber que has conseguido tus sueños gracias a ti te llena de satisfacción y te hace sentir pleno. La vida es como tú la haces, así que elige tu camino. ¿Qué prefieres? ¿Vivir una vida monótona y aburrida o enfrentarte a la aventura de vivir día a día? Ella sí lo tuvo claro.


                                                                    FIN



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Simplemente ella (Parte II)

19 agosto 2011

Tras aparcar, se adentraron en el centro comercial en busca del resto. El miedo de Paloma se hizo presente cuando los vio allí, deslumbrantes, esperándolos. Ellos, tan elegantes con aquella ropa tan cara y de ensueño. Ella, repitiendo siempre los mismos vaqueros porque no podía permitirse aquel lujo ni en sus mejores sueños.
Paloma se puso tensa, Ismael lo notó.
- No dejes que te afecte -le susurró.
Y con un intercambio de sonrisas se fueron a comprar las entradas. Una vez en el cine, la oscuridad de la sala la hizo sentirse cómoda y disfrutó de aquella película como una cría. Se propuso olvidar sus preocupaciones y decidió pasárselo bien. Pero sus amigos no veían sus aficiones como un pasatiempo y disfrutaban más visitando cada rincón de una tienda que dando un tranquilo paseo por ahí. Decidió aguantar, y tragar, y reprimir esas lágrimas que luchaban por desbordarse. Porque ellos no podían llegar a imaginarse lo mucho que dolía.
“Cuando lo tienes todo a tu alcance, ya no queda nada por lo que luchar, y ni los más perfectos caprichos te satisfacen” -pensó.
Unas horas más tarde, cuando su mundo terminaba de caerle encima, Ismael la sacó de allí. Una simple excusa y se alejaron en dirección a su lugar favorito: la playa. Paloma no podía más y con Ismael no tenía por qué esconderse. Dejó salir sus lágrimas.
- Mira que duele -murmuró.
- ¿Por qué no me avisaste? Nos habríamos ido antes.
- No lo sé Ismael, no lo sé.
- Han empeorado las cosas ¿verdad? -preguntó al entenderla.
- Mi padre sigue sin encontrar trabajo y mi madre... bueno, ya sabes lo mucho que trabaja por tan poco.
- Entiendo cómo te sientes -murmuró.
- No digas eso Ismael, tú no entiendes cómo me siento.
- Pero lo intento.
- Pues no lo hagas, por favor. Lo menos que necesito es dar lástima -le dijo en un tono borde.
- Tampoco es necesario que te pongas así -contestó Ismael, ofendido.
- … Lo siento, perdóname -dijo ella segundos después.
Y Paloma se lo contó todo luego. Otra vez. Las lágrimas recorrían sus cálidas mejillas mientras le contaba lo cansada que llegaba su madre de trabajar y ella, dejando un rato sus estudios, hacía todas las tareas del hogar en su ausencia, desde una simple cama hasta hacer la comida y poner lavadoras, para darle una sorpresa. Las manos le temblaban cuando le dijo los grandes esfuerzos que hacía cada mes para intentar comprarle una pieza de ropa que le gustara. Y se le quebró al voz cuando le confesó las conversaciones de sus padres en la noche, cuando ella le decía a él que no podían arrebatarle los sueños a su hija y lo darían todo por llevarla hasta la universidad.
Ismael, con los ojos rallados, no pudo hacer otra cosa sino abrazarla con ternura y rogarle que se calmara. Le susurró con cariño que contara con él para cualquier cosa y que siempre velaría por ella. Y sus palabras encendieron una pequeña llama en el corazón de Paloma, que sonrió al darse cuenta de la suerte que tenía de tenerlo.
- Tus padres deben estar muy orgullosos de ti -le dijo Ismael un rato después.
- ¿Por qué dices eso?
- Cualquiera desearía tener una hija con unas notas como las tuyas, que sabe organizarse incluso para tener tiempo de darle una sorpresa a su madre y dejarle la casa perfecta. Puede que no lo tengas todo pero eres feliz. ¿Sabes por qué? Porque el esfuerzo que realizas por conseguir tus propósitos te llena por dentro y hacen que haya valido la pena.



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Simplemente ella (Parte I)

Hoy en día hay demasiado jóvenes que no son capaces de valorar lo que realmente es el esfuerzo. Pero ella sí lo sabía. Muchos adolescentes tienen la suerte, o quizás no tanta, de tener una vida donde no les falte de nada, con unos padres que cuentan con un buen trabajo y una parte de su suelo pueden dedicárselo a sus hijos sin ningún problema. Pero aquella no era su suerte, o quizás sí la era.
Paloma era una joven de dieciséis años. Sus ojos, grandes y hermosos de un color castaño claro, combinaban a la perfección con su pelo moreno y brillante con aroma a limón. Una nariz afilada le daba un toque fino a su cara, y unos labios carnosos, siempre con una sonrisa dibujada, terminaban de complementar con un rostro dulce y adulto. Aparentemente, era una chica como las demás, pero ella sabía que era diferente. Porque lo era. Tenía un carácter demasiado maduro para su edad, dominado por una responsabilidad enorme y un profundo deseo de cumplir hermosos sueños y ambiciones. Era una chica muy comprensiva, cariñosa y amable, a pesar de que ocultaba su situación económica como un importante secreto que le regalaba momentos de tristeza y desilusión cada día. Por eso conocía el verdadero valor del esfuerzo y creció aprendiendo a luchar cada día.
Se pasaba las tardes estudiando para sacar buenas notas que le permitieran acceder a las becas. Aquel sábado, a las seis, una llamada interrumpió si tarea diaria.
- Hola Palomita, ¿cómo estás?
- Recuperándome de un ataque cardíaco, me has dado un susto de muerte -le dijo a Ismael, su mejor amigo. 
- Esa era mi intención -contestó él riéndose. - ¿Qué hacías?
- Estudiar, ¿qué si no?
- Vamos Paloma, deberías tomarte un respiro. ¿Te gustaría venir al cine conmigo y unos amigos? Te vendrá bien despejarte.
- Lo que me viene bien es estudiar Ismael, necesito aprobar.
- Eres una empollona, lo sé, pero también tienes derecho a descansar.
- Ismael... no tengo dinero -soltó segundos después.
- Pues yo te invito.
- No me hagas sentir mal -dijo Paloma entristecida.
- No pienso aceptar un no. Vamos Paloma, por favor.
Ella, tras pensarlo bien, terminó aceptando. Una hora más tarde se encontraba en su coche de camino al cine.
Ismael, su mejor amigo, el único que la conocía realmente y sabía ese secreto que ella tanto ocultaba. Sus ojos rasgados y brillantes infundían confianza y su enorme sonrisa hacía presente la alegría con la que vivía cada segundo, cada minuto, cada hora. Era un chico muy fuerte y seguro, lo que ayudaba a Paloma a tener en quién apoyarse en sus momentos de debilidad. Era su amigo, el único que conocía todo de ella.

Un silencio profundo llenó el coche de camino al cine. Un miedo impronunciable ocupaba los pensamientos de Paloma, el miedo al ver al resto de la pandilla. ¿Les caía bien? Eso no le preocupaba en absoluto. Le parecía peor como se sentía cuando se los encontraba de frente...



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"¿Un Error? No lo creo

15 agosto 2011

Muchas veces, un final puede ser un principio. No hay nada de lo que debas arrepentirte, porque cada acto que forme parte de tu vida te ayudará a formar la persona que eres, la que quieres ser.
¿Cuántas veces, después de un dulce momento, viene uno desagradable? ¿Y cuántas veces sabemos sacarle provecho? MUY POCAS.
No pensamos que realmente el dolor no existe, sólo se trata de un simple sentimiento que nos prepara para crecer, para madurar... para hacernos MÁS FUERTES.
Cuando se sufre, cuando algo sale mal, no es excusa suficiente para echarse atrás y pensar que todo nos pasa a nosotros, hay que saber mirar el lado positivo, entender que eso a lo que llamamos ERRORES sólo son un paso hacia el GLORIOSO ÉXITO
Hay que entender que después de la tempestad viene la calma, y que uno siempre es más feliz tras haber superado un mal momento con fuerza y valentía. Eso es lo que nos hace mejorar, aprender a levantarnos cada vez que caigamos, no importa las veces que sean.



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"Todo Cambia"

09 agosto 2011

Llevaba varios días ocurriendo, quizás varias semanas, pero no se quería dar cuenta de ello. En el fondo lo reconocía, sabía que ya nada era lo mismo, pero su orgullo no le permitía decirlo en voz alta.
Algo dentro de ella había cambiado, un sentimiento llamado amor. Pero no hacia alguien, sino amor hacia sí misma. Llevaba tiempo sin sentirse bien, obsesionándose con cosas que poca importancia tenían. Tenía complejos, demasiado para ser exactos, y esa sensación de sentirse vacía no la dejaba tranquila. “¿Por qué nos cuesta tanto aceptarnos como somos?” Esa era la pregunta que se repetía una y otra vez.
Con ese maldito pensamiento comenzó a encerrarse, a no querer salir, a convertirse en esclava de su propia vida y a perder el brillo de su sonrisa. Ya no era la misma, todo había cambiado. Ella y su personalidad. Ella y su forma de ver la vida. Ella... simplemente ella.


Algunas veces, nos centramos tanto en los defectos que dejamos de ser felices y sólo aparentamos ante los demás. BASTA! Aquí nadie es inferior a nadie, cada uno es un mundo único y mágico, alguien especial. No sirve de nada hundirse y dejar de luchar, NO SIRVE! ¿ME OÍS? Podría decirlo sin más, pero es más bien un consejo de amiga. Yo también quise darlo todo por perdido y cuánto me arrepiento, porque a mis seres queridos hice sufrir con esto. De verdad, NO VALE LA PENA! Sed vosotros mismos siempre, y que los demás digan lo que quieran. Si no lo haces, no saldrás adelante, y no creo que quieras perderte las maravillas que puede ofrecerte esta vida.



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Tan sólo dieciséis (Parte III)

03 agosto 2011


Con el paso del tiempo, mi familia y mi mejor amiga me hicieron recuperar la ilusión y la alegría. Estuvieron conmigo en todo momento y no me abandonaron cuando tuve a mi hija. No pude evitar sonreír cuando vi a aquella criatura en mis brazos, fruto de una locura e inspiración del resto de mi vida. Me hice cargo de ella, con ayuda de mis padres, y por ella dejé los estudios a un lado, junto con mis verdaderos sueños y ambiciones. Tuve que ponerme a trabajar y estudiaba algunas noches ayudada por mi mejor amiga. Hice muchos esfuerzos y no sólo para sacar adelante a mi hija, también por mí.
¿Quién me iba a decir a mí que yo, la que odiaba las responsabilidades, iba a tener que hacerme cargo de una niña con tan sólo dieciséis años? Y parece mentira que sea ahora, cinco años más tarde, cuando me doy cuenta de todo y del error que muchos adolescentes cometemos hoy. Quise ser mayor antes de tiempo, vivirlo todo de un tirón, no tener que esperar por esas experiencias sino vivirlas al instante, fuera como fuese y con quien fuese. Ese fue mi error. Entendí mal la típica frase "vive cada día como si fuera el último". No expresa que tengas que vivir las situaciones de un año entero en un solo día, expresa que tienes que vivir las situaciones día a día. Porque todo nos llega, pero a su tiempo. No hay que intentar crecer antes porque cuanto más lo intentas, más niño te vuelves y no terminas de madurar  para llegar a ser adulto.
Y hoy vuelvo a pedirle perdón a mi mejor amiga por todo lo que le hice pasar. Ella, la responsable y precavida, la reservada y ya no tan sosa para mi gusto que tiene tiempo para todo. A diferencia de mí, con sus veinte años estudia lo que siempre ha querido, con un novio guapísimo que la adora y con tiempo para salir de marcha por las noches. Me avergüenzo de mí misma por haberme reído de ella y haberla llamado retrasada cuando soy yo la que no tiene tiempo para cumplir aquellos sueños porque tiene una hija. Y ella, tan buena amiga, sigue ayudándome, viniendo a verme y estando siempre conmigo.
Y hoy vuelvo a pedirle perdón a mis padres por haberles faltado el respeto. Ningún hijo se da cuenta de todo lo que hacen por nosotros. Decimos que no nos comprenden pero sí lo hacen. Se desviven por nosotros y no reconocemos que llegamos a ser lo que somos gracias a ellos. Porque no me abandonaron cuando estuve mal, me ayudaron y me levantaron sin tenerme nada en cuenta. Y eso sólo lo hacen ellos, los que te dieron la vida y te ayudan a crecer como persona. Sólo que eso no sabemos verlo.
Cierro el cuaderno y me cruzo con la mirada de mi hija que sonríe alegre desde el tobogán. La saludo antes de cruzarme con una chica de dieciséis años que discute con su madre porque no la deja ir a esa fiesta tan estupenda. Después de dejarle claro que no, ella la mira malvada. La reconozco. Esa noche se escapará e irá a la fiesta. Suspiro y rezo por ella y su suerte, para que no cometa el mismo error que yo y otras muchas. Por desgracia sé que esa joven inocente no la tendrá. Vuelvo a mirar a mi hija y dudo.
Miro a la chica, recuerdo tantos otros casos que se han oído por la tele y las jóvenes, sin embargo, siguen cayendo. Cuando comencé a escribir esta historia pensé que sería una gran idea. Pensé que, quizás, sería ese ejemplo que lograra que muchos casos como el mío fueran diferentes. Ahora ya no estoy tan segura.


FIN



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Tan sólo dieciséis (Parte II)

Aquel maldito viernes, sin imaginármelo siquiera, todo se me escapó de las manos, aquello a lo que yo llamaba mi "plan".
- ¿Adónde crees que vas? -me preguntó mi madre a las diez, cuando intentaba salir.
- Con mis amigos.
- Esos no son amigos hija, son delincuentes.
- ¡No te atrevas a tratarlo así! ¡Tú no vales nana comparada con ellos!
- No me hables así, que soy tu madre.
- ¿Y qué?
- Vete ahora mismo a tu habitación, estás castigada sin salir. Y no volverás a ver a esos chicos.
- Y quién me lo va a impedir, ¿tú? -me burlé.
- Vete, ¡ya!
Me reí de ella y subí a mi habitación. Una hora más tarde, conseguí escaparme de casa y fui a encontrarme con mis amigos. Fuimos a una discoteca nueva, el lugar donde sucedió mi peor pesadilla. Toni, el líder, al que yo creía mi Dios, se convirtió en mi enemigo aquella noche.
- Toma -me dijo, tendiéndome unas pastillas. - Te pondrás en ambiente.
Aparté su mano. Drogas, esas malditas tentaciones de las que nos advierten una y otra vez en cualquier sitio y lugar, a cualquier hora, en cualquier momento.
- No seas tonta -me dijo sonriendo.
Tentaciones que llegar sin avisar, de repente, cuando no lo esperas. Había hecho muchas locuras con ellos pero... Maldita sea, ese día tampoco pensé con la cabeza. Lo miré unos segundos y cogí una. Me la tomé con... resulta gracioso, nunca supe qué fue lo que me dio a beber aquella noche. No recuerdo nada, sólo sé que esa noche me volví loca, me disparaté, y mi cabeza no se hizo responsable de mis actos. Lo último que me vino a la mente fue sentir la mano de alguien alrededor de mi cintura. Después... todo se volvió oscuro.
Desperté en la casa de mi mejor amiga. Ella lloraba a mi lado y me abrazó en cuanto abrí los ojos. No entendí nada en ese momento. Lo comprendí dos meses más tarde, cuando los que yo creía mis amigos dejaron de hablarme y unos extraños malestares me llevaron hasta el hospital... donde descubrí que estaba embarazada.
Cuando a una chica de dieciséis años le dan una noticia semejante, es normal que se le caiga en mundo encima. No sabía qué hacer, cómo actuar.
Al salir del médico con las pruebas, pensé en mi mejor amiga. Me sentí fatal cuando me enteré que aquel viernes fue a buscarme a la discoteca. Me habían dejado allí sola. Supongo que alguien se compadeció porque la llamaron y se lo contaron. Y vino corriendo a ayudarme a pesar de cómo la había tratado los últimos meses. Ella, mi amiga, la responsable y precavida, la reservada y sosa para mi gusto. Ella, más inteligente que yo. Se lo conté todo a ella y le supliqué mil veces perdón. Ella me acogió sin miramientos, sin recordarme que ya me lo había advertido, porque era realmente una amiga, mi amiga. Casi me da algo cuando me aconsejó que se lo dijera a mis padres.
 "Me matarán, me echarán de casa, me desheredarán, me odiarán para siempre" -pensé. Pero me armé de valor y se lo conté todo aquella noche. Mi madre lloró a lágrima viva, mi padre se quedó sin palabras, y ambos me fundieron en un abrazo y me brindaron todo su apoyo, a pesar de que no me lo merecía.



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