**Mis queridos seguidores, como novedad,
he decidido poner este capítulo entero para no haceros esperar tanto. Pero
también reconozco que me estoy replanteando el hecho de subir más. Ya me han
intentado plagiar la historia dos veces, y la verdad es que temo seguir
subiendo y que alguien me la robe. Así que, como tampoco quiero dejaros con la
miel en la boca como agradecimiento a lo fieles y buenos que sois conmigo,
regresaré a mis antiguas reflexiones, y os dejaré cachitos de la novela de vez
en cuando por aquí (en tal caso de que no vaya a subir más). Por otro lado,
estoy a punto de acabar segundo de bachillerato y tengo a los estudios
cogiéndome por el cuello, de modo que no tendré tiempo de ponerme a escribir.
Gracias por vuestra paciencia conmigo, que sepáis que os adoro con locura y
vuestros comentarios y opiniones son los que me animan a seguir. OS QUIERO ♥ **
Era tarde. El frío invernal era el causante de que los pasillos estuvieran
desiertos. Lo más probable era que ya cada uno estuviera intentando entrar en
calor bajo las cálidas sábanas de su cama.
Yo me retrasé por ir a buscar un libro a
la biblioteca. No podía conciliar el sueño sin leer un poco antes. Iba por las
escaleras centrales cuando escuché unos pasos detrás de mí. Me giré deprisa y
me encontré con Jay.
- Vaya,
hola.
- Hola
-susurré.
Se produjo un incómodo silencio, el cual,
no me molesté en romper. Iba a caminar cuando las palabras de Jay me
detuvieron.
- Orgullo
y prejuicio.
- Sí...
-murmuré mientras miraba el libro que acababa de nombrar.
- ¿Vas a leerlo de nuevo?
- Bueno,
sí. No me canso de leerlo, es...
- … Es
tu favorito, lo sé -sonrió, y dio un paso hacia mí.
- Es
un poco antiguo pero sí, no puedo evitar que me encante.
- Y
te identifica también.
- ¿Por qué lo dices?
- Por
la manera en que me miras siempre.
Sus palabras me bloquearon. Mis pies
parecieron volverse de plomo y tuve la sensación de que mi cuerpo se congelaba.
No podía mover ningún músculo, ni siquiera era capaz de parpadear.
- ¿La manera en que te miro? -reí.
- Sí,
como si estuvieras avergonzada de algo.
- Eso
me parece un tanto ridículo Jay.
- Sin
embargo, sabes que estoy en lo cierto. Sabes que verme sonreír siempre, como si
no hubiera ocurrido nada, te desespera.
- Dime
una cosa. ¿Lo haces adrede? ¿No tienes otra cosa que hacer en tu tiempo libre?
- Es
que me duele tu actitud indiferente -dijo mirándome directamente a los ojos. -
Valery... hay muchas cosas de las que me arrepiento y, en especial, haber
acabado con algunas que, ahora, echo de menos.
En aquel momento tenía mucho miedo, pues
imaginaba las palabras que iba a pronunciar. Esa vez era yo la que no quería
hacerle daño.
Un año antes, aproximadamente.
- Las
cosas van de mal en peor Valery, estoy harto de tantas discusiones -me dijo
Jay.
- ¿Discusiones? Si confiaras más en mí y
no fueras tan celoso, esto no estaría sucediendo. Sabes que Darío es mi mejor
amigo, que a quien yo quiero es a ti. ¿De verdad lo dudas? -susurré llorando.
- Hay
cosas que me superan Valery.
- Pero
sabes que no tendría por qué ser así.
- Valery...
no quiero hacerte daño ni quiero que sufras. Mereces algo mejor que esto.
- Jay,
por favor, por favor.
- No
quiero continuar, no puedo.
- Jay...
- De
verdad que lo siento.
Y con los ojos rallados, dio media vuelta
y se marchó por el pasillo.
Ahora estaba allí, mirándome
inquisitivamente, y no sabía qué decir. Es más, prefería no decir nada y que
aquella situación llegara a su fin.
- Debo
irme -susurré.
- Aún
hay mucho de lo que hablar.
- Eso
no es cierto, no hay nada que decir. Además, es tarde, y con la manía que me
tiene doña Victoria, no tardará en meterse conmigo.
- Sabes
lo que quiero decirte ¿verdad? Por eso quieres irte, porque tienes miedo.
- ¿Quieres que te diga lo que me da miedo?
Que pronuncies esas palabras y luego pongas la misma cara que yo hace un año
cuando oigas mi respuesta.
De todas maneras, puso esa cara al
entender mis palabras. No me gustaba hacer daño a nadie, pero me refugiaba en
el pensamiento de que no era a conciencia.
Jay se limitó a acercarse a mí, quedando a
pocos metros de mi rostro. Me dolía que me mirara con aquellos ojos, pero mi
interior se negaba a sentirse culpable cuando no me correspondía.
- ¿Estás segura de eso?
- Completamente
-afirmé.
- No
me lo creo -susurró mientras volvía a acercarse.
- Jay,
enserio, no quiero hacerte daño.
- No
lo harás.
Puso sus manos suavemente sobre mi cintura
y clavó sus ojos verdes en los míos de una manera muy intensa. Por un momento,
todos aquellos recuerdos vinieran a mi mente: las risas, las bromas, las peleas
tontas que acababan en un beso, la primera vez...
Cerré los ojos mientras notaba su aliento
cada vez más cerca. Empecé a sentirme confundida pensando en lo bien que
estaría recuperar todo aquello, lo reconfortante que sería si lo contrastaba
con los malos momentos que doña Victoria me hacía pasar. Pero no podía. No era
capaz de regalarle esperanzas a alguien si no había amor.
- No
te acerques más Jay, no quiero que lo pases mal -dije apartándome.
- Valery...
- Lo
siento.
Tras susurrar esas últimas palabras, Jay
se alejó de mí, y yo aproveché para marcharme hacia mi habitación.
Delia ya estaba durmiendo, y yo me senté
en el descansillo de la ventana para aprovechar la luz de la luna. Sin embargo,
no podía concentrarme. Leí repetidas veces la primera frase, pero ni siquiera
mi libro favorito me ayudaba a olvidar.
La mirada perdida de Jay se reflejaba una
y otra vez en mi cabeza, mientras me preguntaba a mí misma si había hecho lo
correcto. Pero estaba segura de que sí. No podía ser egoísta y pensar en
aquello que me apetecía. Además, iba en contra de mis ideales, pues no era capaz
de aceptar la entrega de un amor sincero que no era correspondido por mi parte.
Aburrida de que mis comederas de coco me
abrumaran, cerré el libro y me metí en la cama. Sin motivo alguno, una tímida
lágrima recorrió mi mejilla, por lo que cerré los ojos con fuerza y abracé la
almohada en un intento por no llorar. Fue en vano. Me sentía oprimida por una
inmensa soledad que no podía obviar. Y aquel vacío no podía llenarlo nadie.
Estaba completamente sola.