Ya se acerca...

24 diciembre 2012

Otro año más que se acerca al abismo de su final.
Lleno de recuerdos, de emociones, de tristezas, de alegrías, de penas, de momentos de euforia... He perdido a gente que era importante en mi vida, pero también he conocido personas que ahora ocupan ese lugar. He repartidos pedacitos de mí a todo el mundo, y he recibido otros cuantos de los demás. He sentido cosas que no había experimentado jamás, he sido inundada por sentimientos que atraviesan mi vida cotidiana. Sí, otro año más.
Aún sigo sin entender del todo qué tienen estas fechas, que llenan de amor y cariño a todo el mundo, que dibujan miles de sonrisas en las calles iluminadas, que empalagan de una forma muy dulce el ambiente que se respira, que los abrazos y los besos se vuelvan las mejores muestras de afecto... Supongo que será el espíritu navideño.
Es tiempo de soñar, de pensar en aquellas metas que hemos logrado, y en aquellas que quedaron a mitad del camino, esas que prolongaremos hasta el nuevo año. También es tiempo de mirar atrás y sorprendernos con todo lo que hemos vivido, lo que hemos experimentado, lo que hemos crecido.
Cierto es que habremos tenido que pasar muchas cosas negativas, que habremos tenido que cargar con sufrimiento, pero también me apuesto lo que queráis a que los buenos recuerdos compensan cualquier bache que hayamos tenido que afrontar. Además, pensad que todo lo que pasamos día a día jamás nos hará retroceder, sino avanzar. Nos hará ser más fuertes, mejores personas, más luchadoras, con más energía para salir adelante, con más ganas de lograr aquello que nos propongamos... porque lo mejor es que podemos conseguirlo, pase lo que pase, sea lo que sea.
Hay muchos que piden que el 2013 sea un buen año, porque los anteriores no han sido nada buenos, no quieren repetir algo así. Pues llamadme ilusa, pero yo no cambiaría lo que he vivido. Nunca. A pesar de haber sufrido momentos en los que creía no poder salir del pozo en el que andaba, las sonrisas que se me dibujaban al hablar con personas a las que quiero, el pulso descontrolado del corazón al pensar en otras supera cualquier barrera.
Quiero aprovechar este día, en el que todos estáis llenos de amor y cariño, para enviaros este mensaje de positividad, porque os aseguro que la vida no es tan complicada. La complicamos nosotros, y no tiene por qué ser así. No os amarguéis con lo malo, teniendo tanto bueno al rededor. Mantened esta alegría no sólo ahora, sino todo el año, este que viene, y el próximo, y todos los que quedan por vivir.

Pensad que todo el poder lo tenéis vosotros, confiad en aquello de lo que sois capaces, no olvidéis que sois únicos e irrepetibles, que de verdad valéis vuestro peso en oro, seáis como seáis, porque lo que cada uno de vosotros aporta al mundo no lo aporta nadie más, y no sería el mismo sin esa esencia que cada uno de nosotros le regala.



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Entre los campos de trigo

07 diciembre 2012

Los rayos del sol iluminaban el paisaje con calidez, haciéndolo brillar como si de un lugar mágico se tratase. Olía a hierba fresca, y el campo se encontraba poblado de diminutas flores silvestres de todos los colores. Habían decidido tomarse unos días en aquel humilde pueblo para dedicarse un tiempo sólo a ellos.
Él se encontraba tumbado bajo aquel árbol, sonriendo de manera absurda al pensar en ese jugoso tiempo que pasaría con su chica a solas. Fue pensar en eso, y verla a ella aparecer por el caminito de piedra con aquel bonito vestido de color marfil que tanto le gustaba y su sombrero bailando al ritmo del viento. Era preciosa.
Le dedicó su sonrisa más hermosa al llegar a su lado, y él se incorporó un poco para poder acomodarla entre sus brazos. Ella se sentó entre sus piernas y se apoyó en su pecho riéndose.
- Me encanta este sitio, es precioso. Se respira tranquilidad.
- Por eso quería disfrutarlo contigo –dijo él mientras acariciaba la suave piel de sus brazos, produciéndole un escalofrío. – Nos merecíamos un tiempo a solas.
- Lo sé cariño, y lo estaba deseando. A veces se me hace eterno el tiempo que pasamos separados, y no puedo evitar echarte de menos cuando no estás a mi lado. Odio sentirte lejos. 
- Yo también. Ojalá pudiera pasar todo mi tiempo contigo. 
- Bueno, no nos lamentemos –sonrió mientras se giraba un poco hacia él. – Para eso hemos venido ¿no? A disfrutar de este fin de semana. 
- Se me va a hacer súper corto. 
- ¡No pienses en eso! –exclamó ella antes de reírse y rozar sus labios. – Puede que sea corto, pero nos encargaremos de emplearlo bien. 
- ¿Ah sí? ¿Y qué planes tiene mi princesa? –preguntó mientras la rodeaba con los brazos. 
- Pues… lo primero… ¡echar a correr!
Comenzó a reírse al mismo tiempo que se escapaba de sus brazos y echaba a correr por el campo. Él, mientras admiraba aquella vida llena de energía que se movía ante sus ojos, se levantó sonriendo con picardía y comenzó a perseguirla. Le encantaba cuando la escuchaba reír de aquella manera, pues parecía que iluminaba al mundo con aquel dulce sonido. Era tan alegre que sólo podía existir luz en los días que pasaba junto a ella.
Cuando consiguió alcanzarla, ella dejó escapar un grito ahogado y divertido al mismo tiempo en que caían sobre el césped y daban vueltas, y vueltas, hasta que él quedó sobre su cuerpo, su rostro paralelo al suyo, de forma que podía admirar el brillo de sus ojos. 
- Pensé que no me cogerías –rió ella. 
- Sólo lo hacía para darte ventaja, me daba pena verte tan indefensa. 
- ¡Qué mentiroso! –volvió a reír. 
- ¿Me das un beso? 
- No. 
- ¿Por qué no? 
- Porque prefiero que me lo robes, que para eso son sólo tuyos.
Sonrió divertida antes de colocar las manos alrededor se su cuello y besarlo con pasión y sentimiento, a medida que se intensificaba cada segundo que pasaba. Muy lentamente, sus labios bajaron hasta su cuello. Le susurró que le amaba, y su aliento pasó a ser una caricia tan íntima, que el cuerpo de él tembló ante ese deseoso contacto. Ella sonrió antes de volver a besarlo con calma, y rodaron de nuevo.
 Te amo tanto… –susurró él entre suspiros. 
- Yo te amo mucho más.
- Y yo muchísimo más.
Ella sonrió de nuevo y apoyó su cabeza en su pecho para escuchar su respiración. Nunca entendería cómo había llegado a enamorarse de aquella manera, pero era consciente de que su vida jamás sería la misma si lo perdiera. Había llegado a llenarla de tal forma que no imaginaba su ausencia, sentía que a esa hermosa historia de amor le era imposible tener un fin. 
- Ven conmigo, quiero que veas algo –dijo él, apartándola de sus pensamientos y trayéndola de vuelta la realidad, su adorada realidad.
Caminaron de la mano campo a través hasta llegar a un pequeño riachuelo. Había un pequeño camino de piedras en medio, y el agua era completamente cristalina y pura. Ella sonrió al ver aquella hermosa imagen, y se soltó de su mano para situarse justo en medio. Se agachó y mojó sus manos, mientras sentía como la corriente la acariciaba.
Él la contemplaba desde el borde de la orilla, mientras pensaba lo bueno que había sido el destino al cruzar a aquella joven en su camino. Ojalá no fuera tan caprichoso y se portara siempre bien, uniendo el camino de dos personas que, se sabe, están hechas para pasar el resto de su vida la una junto a la otra. Al menos, eso era lo que él soñaba cuando se trataba de ella.
Ésta lo llamó desde su posición con una sonrisa divertida, antes de levantarse, estirar los brazos, y cerrar los ojos mientras inspiraba profundamente aquel aroma a naturaleza. Le encantaba estar en un lugar tan mágico como aquél.
Fue rápida. Desde que su chico se acercó, ella se agachó y lo salpicó completamente, pillándolo desprevenido. Adoraba volverse una niña en aquellas ocasiones, donde se le ponía a tiro una oportunidad de picarlo y jugar con él. Y así fue. Dio pequeños saltitos hasta llegar a la otra orilla y poder echar a correr, pues él ya estaba persiguiéndola y ganando terreno.
Ella reía mientras intentaba escapar, pero se moría de ganas de que la atrapara, así que aminoró el paso justo cuando él la rodeó con los brazos y volvieron a caer en medio de aquel campo de espigas. No importaba que decidieran cometer alguna locura, pues quedaban ocultos a cualquier ojo curioso que no les quisiera dejar demostrarse su amor.
Así, sin más, el comenzó a acariciarla, y ella tembló por dentro, pues sabía que sus manos sobre su vientre eran su perdición. Suspiró y lo besó. Se dejaron llevar. Ella, para vengarse, lo besaba en el cuello antes de morderlo suavemente.
- Oh dios, no puedo cuando haces eso –suspiró él. – Me mata.
- El problema es que me encanta que te mate.
- ¿Segura de eso? –preguntó divertido mientras la acariciaba de nuevo. 
- Cielo… juro que te mataré –rió ella mientras suspiraba. 
- Adelante, me encantaría morir en tus brazos.
- Cariño te amo, no lo olvides nunca –dijo ella en un tierno arrebato mientras lo abrazaba.
- Y yo a ti amor, tampoco lo olvides jamás.
Dieron varias vueltas hasta que él quedó sobre ella de nuevo. Quedaba claro que estaban  hechos el uno para el otro, hasta sus cuerpos parecían encajar a la perfección. Sus labios volvieron a encontrarse, mucho más deseosos que antes, y comenzaron a acelerarse a medida que notaban el deseo y la pasión ardiendo dentro de sus cuerpos, muriéndose de ganas de salir.
Allí, en aquel mágico y cálido lugar, volvieron a dejarse llevar, acompañados por el aroma del viento salvaje y la melodía que surgía cada vez que la luz del sol acariciaba sus cuerpos brillantes, los cuales, se entregaron al amor hasta que éste comenzó a desaparecer tímidamente, permitiendo a las estrellas y la luna ser únicas testigos de ese magnífico instante, convirtiéndolas en las guardianas y las cómplices de un sentimiento tan puro que jamás se podría explicar con palabras.



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